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El adiós necesario del fiscal incómodo
EL TECLADISTA | Agencia MANL
COLUMNA ESPECIAL
Cuando un fiscal deja de ser fiscal, el país lo percibe antes que el Senado. Durante meses, Alejandro Gertz Manero fue una figura ausente: poco operativo, muy cuestionado, con expedientes que se evaporaban y otros que parecían escritos en Palacio Nacional. Su firma dejó de pesar y su presencia dejó de hacer ruido. Era cuestión de tiempo.
La política mexicana no admite vacíos. Cuando el poder detecta que un funcionario ya no sostiene la narrativa, empieza el desmantelamiento. Y en este caso, el nuevo gobierno no quiere heredar lastres ni batallas ajenas. Gertz fue útil para un tiempo político que ya terminó. Hoy estorba. Así de simple.
Los señalamientos por abuso de poder, la confrontación con su propia familia, el protagonismo en casos selectivos y la incapacidad de cerrar procesos emblemáticos fueron minando su posición. Gertz gastó su capital político persiguiendo enemigos personales mientras la Fiscalía se hundía en renuncias internas y resultados mediocres.
La paradoja es que, pese a sus errores, deja logros visibles: la institucionalización inicial de la FGR, expedientes complejos judicializados y una estructura técnica más robusta. Pero nada de eso pudo opacar lo evidente: el hombre que prometió autonomía terminó siendo rehén de su propio ego.
Ahora el tablero mueve fichas. Zaldívar y Godoy representan dos versiones del mismo proyecto: control político sobre la justicia. La renuncia de Gertz no es una victoria de la legalidad; es una victoria del cálculo. Una más en este país donde la justicia siempre está en disputa, siempre a contraluz.
#AContraluz #Columna #cd #AlejandroertzManero
Cuando un fiscal deja de ser fiscal, el país lo percibe antes que el Senado. Durante meses, Alejandro Gertz Manero fue una figura ausente: poco operativo, muy cuestionado, con expedientes que se evaporaban y otros que parecían escritos en Palacio Nacional. Su firma dejó de pesar y su presencia dejó de hacer ruido. Era cuestión de tiempo.
La política mexicana no admite vacíos. Cuando el poder detecta que un funcionario ya no sostiene la narrativa, empieza el desmantelamiento. Y en este caso, el nuevo gobierno no quiere heredar lastres ni batallas ajenas. Gertz fue útil para un tiempo político que ya terminó. Hoy estorba. Así de simple.
Los señalamientos por abuso de poder, la confrontación con su propia familia, el protagonismo en casos selectivos y la incapacidad de cerrar procesos emblemáticos fueron minando su posición. Gertz gastó su capital político persiguiendo enemigos personales mientras la Fiscalía se hundía en renuncias internas y resultados mediocres.
La paradoja es que, pese a sus errores, deja logros visibles: la institucionalización inicial de la FGR, expedientes complejos judicializados y una estructura técnica más robusta. Pero nada de eso pudo opacar lo evidente: el hombre que prometió autonomía terminó siendo rehén de su propio ego.
Ahora el tablero mueve fichas. Zaldívar y Godoy representan dos versiones del mismo proyecto: control político sobre la justicia. La renuncia de Gertz no es una victoria de la legalidad; es una victoria del cálculo. Una más en este país donde la justicia siempre está en disputa, siempre a contraluz.
#AContraluz #Columna #cd #AlejandroertzManero
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